Las colonias vacacionales compiten con la oferta tecnológica, un reto para crear nuevas y buenas costumbres alrededor de la cultura física.

El objetivo principal de las colonias vacacionales es el movimiento del cuerpo a partir de la diversión, el verano da la licencia para nuevas experiencias que, a veces, pueden redundar en la elección de alguna actividad deportiva que tenga continuidad durante el año.

Los especialistas coinciden en que para “enganchar” a esta generación de niños más “quietos” la clave es ofrecerles una propuesta atractiva: Que la colonia no sea una extensión del esquema escolar, es decir que no predomine lo estructurado y rutinario. Que cuente con espacios al aire libre, material para hacer distintos deportes y un programa que brinde diferentes prácticas para cada día. Y, sobre todo, que sea un lugar en el que los niños y preadolescentes se sientan cuidados y motivados a aprender y pasarla bien. 

A la colonia no se va a competir o a desarrollar un talento deportivo, se va a jugar. Se trata de una iniciación que transita distintos niveles según la edad: De 4 a 5 años se lleva a cabo la iniciación al movimiento, de 6 a 8 se plantean juegos pre-deportivos que tienen muchas menos reglas que el deporte formal y están adaptados a las posibilidades de esos chicos. Esa adaptación la van improvisando los profesores y las nuevas reglas obligan a los niños a modificar el esquema de aprendizaje, a pensar cómo conviene jugar con esas modificaciones y les despierta la creatividad, parte de lo que más adelante será la táctica. De 9 a 10 años los juegos pueden contener más reglas y otras complejidades, y de 11 a 13 se desarrollan los deportes tradicionales pero con el material adaptado a la contextura física de los pibes que ya tienen noción acerca de jugar en equipo y cumplir roles.

Superado el calentamiento y una vez en la cancha, el deporte se convierte en la excusa para esparcirse, socializar, aprender de compañerismo, entender de reglamentos e incorporar los códigos del juego en equipo. Además del movimiento vamos incorporando hábitos de higiene, habilidades y destrezas. También fomentamos la solidaridad, el respeto por las ideas de los demás y tratamos de que sean ellos los que piensen, los que propongan, y se vayan manejando con cierta independencia.

Moverse, jugar, hacer amigos, compartir, divertirse, expresarse, experimentar, elegir. Todo esto y más puede ofrecerles el verano a los más pequeños mientras los padres trabajan. No es cuestión de poner a competir la oferta tecnológica u otro tipo de actividades con el deporte, sino de darle el espacio necesario a las prácticas que con el paso del tiempo se convertirán en hábitos.

 

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